Perdió a su hija y a un nieto en avalancha y aún busca a otra nieta

Sin dinero, sin trabajo y aún con la zozobra de no encontrar a la pequeña Meyli Tatiana permanece la familia Hernández Celis tras el desbordamiento del río Manco y la quebrada La Grande en PiedecuestaSantander, en febrero del 2020.

El hecho ocurrió en la madrugada del 27 de febrero y dejó cinco víctimas y 1.100 damnificados en 29 veredas.

La avalancha, además, ocasionó la muerte de cientos de aves de galpones ubicados en Piedecuesta, pues fueron arrasadas por las inundaciones del río Manco y quebrada La Grande.

También, se registraron afectaciones en 46 puntos de la vía que de Piedecuesta conduce al sector de Pescadero, que un año después no han sido reparados.

María Eugenia Celis
 mantiene fresco el recuerdo de aquella madrugada en que su yerno llamó a la casa para dar la terrible noticia.

“Mi esposo fue el que habló con él –recuerda María Eugenia–. Luego lo escuchamos gritar y nos dio la noticia”.

La avalancha, además ocasionó la muerte de cientos de aves de galpones ubicados en Piedecuesta, pues fueron arrasadas por las inundaciones del río Manco y quebrada La Grande.
Foto: Édgar Vargas

La casa en la que vivía su hija, Ingrid Tatiana Hernández Celis, de 22 años, fue arrastrada por la avalancha llevándose junto con ella también a su hijo Andrei Fabián, de 5 años, y Meyli Tatiana, de 2, y a Dylan Matías, un recién nacido.

La familia viajó desde zona rural de LebrijaMaría Eugenia solo recuerda que al llegar vio que lo que alguna vez fue el hogar de su hija en ese momento era solo agua y barro.

Sobre las 9 de la mañana fue hallado Dylan Matías. El pequeño, de apenas nueve meses de nacido en aquel entonces, se convirtió en el símbolo de la tragedia y le dio esperanza a María Eugenia de encontrar a su hija y sus nietos, pero los días pasaron y pasaron.

“Desde ese día que encontramos a Dylan yo madrugué todos los días y hasta la noche busqué y busqué –se lamenta María Eugenia–. Imagínese, yo desde Lebrija hasta Piedecuesta todos los días a buscar. Fue agotador y nos fuimos quedando sin plata”.

Ocho días después, el 3 de marzo, encontraron el cuerpo de Andrei Fabián. Más adelante, el 26 de marzo, María Eugenia pudo encontrar el cuerpo de su hija, Ingrid Tatiana, “era el mero hueso, mi hija ya no estaba”.

Para aquel entonces ya había llegado la pandemia del covid-19 al país y las medidas restrictivas se aplicaron en todo el territorio nacional, por lo que la búsqueda del miembro de la familia que faltaba, Meyli Tatiana, quedó congelada.

“Nunca dejamos de ir a hacer los recorridos con la Defensa Civil, pero todo se detuvo por la pandemia –reclama María Eugenia–. Y pasaron y pasaron días”.

Poco a poco, pese a que el virus no se ha ido y aunque poco lo importe a María Eugenia, la actividad en el país se ha reanudado, pero nadie habla de seguir buscando a la menor.

La madre insiste en que se reactive la búsqueda, pues para ellos es difícil empezar a hacerlo teniendo en cuenta que las exhaustivas jornadas de recorridos por el río los dejaron sin dinero y las afectaciones económicas por la pandemia los dejaron sin trabajo.

“Es como si la niña solo hubiera desaparecido y ya, eso murió, nadie la busca –lamenta la mujer–. No tenemos recursos para salir a buscar y ahora con tanta lluvia esas crecientes nos alejan más de encontrarla, dígame, sin la ayuda de nadie, ¿cómo la vamos a encontrar?”.