Los sueños generacionales de los pensadores que propusieron un vivir mejor para sus sociedades en conflictos entre el cielo plúmbeo y la tierra agreste de sus fases evolutivas surgen antes y después del reconocido revolucionario pacifista y crucificado hijo de la sabiduría, el verbo y la paciencia al que llamaron el mártir del calvario, el hijo de Nazaret.
Un suceso histórico de mucha relevancia que por su condición humanista de enfrentar la violencia extrema ejercida por los césares y lacayos del imperio político reinante de la época, dio pie a los cronistas e historicistas de cada momento vivido para referenciar esa muerte como un punto de partida con dos miradas —antes y después— a los trances y sucesos que fracturaron y conmovieron al mundo.
Las páginas de la historia universal conocen a estos ilusos del filosófico tabernáculo de los sueños, como los utopistas del orden, la coherencia y la sabrosura, que pregonaron en su tiempo y pregonan aún para las sociedades y convivencias humanas, un mundo de fraternidad ideal entre las personas, donde la equidad nos concierna a todos en la manera de construirla y convivir en ella.
Cada momento imaginado expresado y escrito según algunos textos históricos encontrados, nos informan de relatos y/o evidencias escritas, que nos muestran un camino hacia la “verdad” de todo lo supuestamente vivido y construido. Una de estas primeras “verdades” nos señalan una evidencia de la mitología mesopotámica que contextualiza los antiguos enclaves de Dilmún —léase “El lugar de la salida del sol” o “La tierra de la vida”—, ubicada en lo que son las tierras de la Isla de Baréin, que fue el paraíso terrenal de los sumerios que, a diferencia de lo contextualizado en el libro del génesis contenido en el antiguo testamento de la biblia cristiana que nos habla de un paraíso conocido como Edén, fue un espacio perfecto donde los problemas de las enfermedades no existían, al igual que el sufrimiento y la muerte, en el que todo era sumamente impoluto y perfecto, y la vida podía discurrir sin ningún contratiempo. Fue creado para los dioses mientras, que el Edén cristiano se diseñó para los humanos. Relatos que llenos de connotaciones similares, fueron proyectos divinos concebidos y jamás realizados según los argumentos ofrecidos y certeros desde una perspectiva científica. Ante la carencia de evidencias concretas que sustenten su realidad como proyecto ejecutado, se diría que fueron las primeras muestras del utopismo arcaico antes del definido por el renacentista Tomas Moro en su libro del siglo XVI que versa sobre el mejor estado de vida de una república y sobre la nueva isla de Utopía.
Otros aspectos relevantes del utopismo arcaico y de proyectos imaginarios lo encontramos en los relatos de la Esqueria —isla de los feacios descrita en la obra la Odisea del griego Homero—, de igual manera en el relato de la edad de oro también del poeta griego Hesíodo, en el libro profético de Ezequiel contenido en el viejo testamento sobre un nuevo Israel bajo la mirada y voluntad de Dios, en la literatura Qumrán que describe una sociedad perfecta visionada para el futuro con un faro de luz divina, en el helenismo cuando describe la isla ficticia de Pancaya, en la hermenéutica de Evémero, en el libro de viajes imaginarios del comerciante griego Yambulo, en la fuente del jardín de los duraznos del escritor chino Tao Yuanming, en la ciudad virtuosa del turco escritor medieval Al Farabi, en la ciudad de la damas de Christine de Pizan… Finalmente es al británico Thomas More al que se le debe la utilización de la palabra utopía en su obra maestra de 1516.
La cima y la sima de los sueños imposibles y posibles han rondado siempre en la mente humana de forma real e irreal, ejemplo de ellos no lo muestra el relato de la torre de babel que según se comenta en los tertuliaderos del sínodo de la cristiandad, dio origen a la diversidad de las lenguas idiomáticas presentes en el mundo, un relato del Génesis bíblico que expresa la construcción de una gran edificación que según las especulaciones narrativas del ayer y hoy, era un fuerte de vida para protegerse de un segundo diluvio universal, esto dentro del contexto de la irrealidad.
Muchos “sueños de cíclopes —léase “inmensos”— que se dirían utópicos para la época, lograron en una forma exitosa que impresiona la ascensión de la realidad, como lo muestran las “adendas” de la historia en construcciones elevadas dispuestas en toda la faz de la tierra, entre ellas, las pirámides y esfinges egipcias, la acrópolis y el Partenón de Atenas, la ciudad de Machupichu, las pirámides aztecas etc. Un sueño hecho posible con evidencias que han perdurado a través de los tiempos.
Muchos “sueños de hormiga —léase “mirar desde y para el suelo”— fueron posibles en muchos espacios de la tierra, los cuales nos muestran evidencias irrefutables de las ruinas de Derinkuyu en la ciudad de Capadocia en Turquía, las calles antiguas de Nápoles en Italia, las minas de sal de Wieliczka en Cracovia, Polonia, la ciudad subterránea histórica de Pilsen en República Checa, etc.
En nuestra contemporaneidad, sus mentes más brillantes y acuciosas no han dejado de ser soñadoras como los viejos utopistas del “sanedrín”, ilusos de la historia. Los más recientes párvulos de los sueños osados que buscan continuar la idea inconmensurable de seguir pellizcándole las tetas al cielo y rascar incesantemente el vientre profundo y enfermo de la madre tierra. Sin medir distancia, siguen pellizcando y escarbando para dar respuesta a un enfoque diferente al conocido hasta ahora de una ciudad global ideal, sin conflictos y de sana convivencia.
Para nuestra pléyade de ilusos ya no es el sueño de Ícaro el que los seduce, siguen amarrados al cordón umbilical de los sueños del pasado que buscaron conquistar la cima del cielo y la sima de la tierra con “proyectos escaleras” que permitieran en ambas realidades, lograr el objetivo de ser completamente felices en el útero de cada contexto entre el cielo y la tierra. Hoy la realidad que dejó de ser utópica, aunque siempre será utópica así parezca contradictorio, nos invita a dejar de lado la incredulidad de siglos acumulada, para disfrutar de las alegrías y bondades en el gozo de lo construido sobre la tierra.
El iluso arquitecto ingles Martin Jochman, autor del diseño e integrante del estudio de arquitectura JADE + QA en asocio con la firma británica Atkins, re-escarbaron el vientre de la tierra e insertaron delicadamente en una cantera abandonada por el gobierno chino, la semilla que floreció en lo que hoy se conoce como el hotel Intercontinental Shanghai Wonderland, un complejo de 18 pisos de altura, dos de los cuales son sumergidos en la base del acantilado de la cantera lleno de agua a una profundidad de 10 metros, de 337 habitaciones y 61.000 metros cuadros de construcción, inmerso en el Parque Forestal de Seshan y los Jardines Botánicos de Chenshanque, armonizando así, según el arquitecto Jochman, el proyecto con la naturaleza, reduciendo los impactos ambientales a través de una cubierta que es una gran zona verde que da continuidad al suelo de su entorno y generando su propia energía geotérmica y solar para sus necesidades diarias.
Otro proyecto que deriva de los sueños del estadounidense y soñador arquitecto Adrián Smith —integrante del estudio de arquitectura e ingeniería Skidmore, Owings and Merrill— que diseño el edificio El Burj Khalifa, elemento arquitectónico que perfora la nube en los territorios de los emiratos árabes unidos de la ciudad de Dubái, con 828 metros de altura y dos kilómetros cuadrados de ocupación de suelo. Dentro del Burj Khalifa se encuentra un hotel en las primeras 39 plantas, 700 apartamentos privados de lujo que van de los pisos 45 al 108, un mirador en el piso 123, un observatorio en el piso 124 y oficinas que van desde el piso 124 al 156. El edificio además cuenta con 57 ascensores que viajan a una velocidad de 10 m/s, en el piso 124 se construyó un balcón abierto al público que ofrece una visión de 360 grados de la ciudad.
Estos ilusos contemporáneos de la utopía en la arquitectura de la osadía y los retos, no pudieron superar los planteamientos de diseños formulados por el díscolo, narcisista y prolijo arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright —el primer soñador de los “utopistas” del siglo XX— quien propuso romper el cielo de la tierra con su proyecto la Milla, proyecto de arquitectura que tendría una milla de altura, osea 1609 metros, que se ha convertido en la mira a construir tarde que temprano por la avidez humana que no sacia sus deseos interminable de probarse a sí mismo. Este proyecto que aún se encuentra en el tintero de la espera, es una edificación fabulosa proyectada para 100.000 habitantes con 528 pisos, 76 elevadores, 15.000 parqueaderos vehiculares, 100 pistas para helicópteros y 1.715.000 metros cuadrados de superficie y los sueños del grupo de arquitectura BNKR en cabeza de su líder en el diseño de los proyectos de arquitectura por encargo, el arquitecto indonesio ya fallecido Arief Budiman y su propuesta de construir una pirámide invertida en el subsuelo del zócalo de la plaza histórica de México —65 pisos para viviendas y oficinas— que contenga necesidades que no pueden ser llenadas en otros espacios de la ciudad por la inexistencia de suelos y las limitaciones de las normas urbanos a construir en altura que ordena la ciudad.
¿Será que cada “utopía conquistada” —si se nos permite interpretar así— deja de serlo si son irrealizables? ¿Será que las utopías dejan de ser para convertirse en una realidad que las transforma continuamente como tal, siendo esta nueva “realidad conquistada” el abono para producir otra utopía, como en el proceso de vida cuando la serpiente cambia de piel?: El cuerpo es el mismo, pero su piel se transforma una vez cumplido un ciclo vital
Cada cambio es una parte de la utopía que la hace irrealizable en el tiempo en un momento dado y realizable en otro momento, cuando se superan sus limitaciones —siempre habrá una utopía por conquistar u otro reto por derribar—, porque el deseo humano insaciado, nunca se detiene por la necesidad de superarse asimismo y a sus congéneres.